lunes, 30 de noviembre de 2009

Tan efímero (y tan eterno)

Ya sé de sobra que tiene esa sonrisa, y esas maneras, y todo el remolino que forma en cada paso o gesto. Pero además la he visto ser ella misma, y en serio que eso no se puede escribir en un poema. Por eso, eso que me cuentas de que mírala cómo bebe cervezas, y cómo se revuelve sobre las baldosas, y qué fácil parece a veces enamorarse. Todo eso de que ella puede llegar a ser ese puto único motivo de seguir vivo y a la mierda con la autodestrucción... Todo eso de que los besos de ciertas bocas saben mejor es un cuento que me sé desde el día que me dio dos besos y me dijo su nombre. Quiero decir que a mí de versos no me tienes que decir nada, que hace tiempo que escribo los míos.
Que la he visto volar por encima de poetas que valían mucho más que estos dedos, y la he visto formar un charco de arena rompiendo todos los relojes que le puso el camino, y la he visto hacerle competencia a cualquier amanecer por la ventana: no me hablen de paisajes si no han visto su cuerpo. Que lo de "mira sí, un polvo es un polvo", y eso del tesoro pintado de rojo de sus uñas... y que solo los sueños pueden posarse sobre las cinco letras de su nombre. Que te entiendo, que yo escribo sobre lo mismo... que razones tenemos todos.
Pero yo, muchas más que vosotros...



image by ~haikman

viernes, 27 de noviembre de 2009

Decisiones equivocadas en momentos equivocados

es igual que nuestra vida
que cuando todo va bien...
un día tuerces una esquina
y te tuerces tú también.



Y todavía estoy tratando de enderezarme..

domingo, 15 de noviembre de 2009

#23

Sigo buscando una sonrisa de repente en un bar, una calada de algo que me pueda colocar...

domingo, 8 de noviembre de 2009

#22

I'm still here, waiting for your call.

sábado, 17 de octubre de 2009

Te quedan cicatrices, mas ninguno las verá.

Cuando por fin vuelvo a meterme en la cama, ya no sueño con el abuelo Jack y Andrew jugando a strip-póker. En su lugar, sueño que estoy en la cama de un hospital, y que mis brazos están negros y azules por la acción de un suero intravenoso. Levanto la vista y veo a un puñado de personas apiñadas en torno a mí, un círculo de cabezas alrededor de una lámpara colgante. No puedo reconocer sus caras porque estoy deslumbrada, pero oigo sus voces hablando de mí.
-Después de todo, sus órganos no nos sirven -dice el médico-. Nunca he visto a una paciente con tan pocas piezas. Ni siquiera tiene recambios.
-¿A qué se refiere? -pregunta Andrew.
Lleva puesta su bata y le cuelga un estetoscopio del cuello. Parece un médico, no un novio.
-Me refiero a que ella... bueno, eche un vistazo usted mismo.
El médico aparta mi bata con un amplio y teatral movimiento de la mano, y siento que mi piel queda expuesta a la multitud. Quiero preguntar qué está pasando, pero cuando abro la boca no sale nada. Sólo el silencio desesperado de las pesadillas.
-Está hueca -dice Andrew con excitación, como si no me conociera y yo planteara un interesante misterio clínico-. Mire esas marcas. Debe de habérselas hecho ella misma.
Oigo el agudo pitido del monitor que significa que mi corazón ha dejado de funcionar, el sonido de la muerte de todos los episodios de Urgencias. "Bueno, así que es esto -pienso-. Estoy muerta. Muerte por destripamiento."
Pero por supuesto no estoy muerta. Y cuando me despi
erto y me doy cuenta de que el horrible ruido procede de mi despertador, me siento decepcionada. Quería averiguar qué ocurría a continuación.


viernes, 11 de septiembre de 2009

About pleasures




Saca de paseo a tus instintos
y ventílalos al sol
y no dosifiques los placeres;
si puedes, derróchalos.



image by: ~CherryBloss0mGirl

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Tokio Blues

Yo entonces tenía treinta y siete años y me encontraba a bordo de un Boeing 747.
[...]
Tras completarse el aterrizaje, se apagaron las señales de 'Prohibido fumar' y por los altavoces del techo empezó a sonar una música ambiental. Era una interpretación ramplona de Norwegian Wood de Los Beatles. La melodía me conmovió, como siempre. No. En realidad, me turbó; me produjo una emoción mucho más violenta que de costumbre.
Para que no me estallara la cabeza, me encorvé, me cubrí la cara con las manos y permanecí inmóvil. Al poco se acercó una azafata alemana y me preguntó si me encontraba mal. Le respondí que no, que se trataba de un ligero mareo.
-¿Seguro que está usted bien?
-Sí, gracias -dije.
La azafata me sonrió y se fue. La música cambió a una melodía de Billy Joel. Alcé la cabeza, contemplé las nubes oscuras que cubrían el Mar del Norte, pensé en la infinidad de cosas que había perdido en el curso de mi vida. Pensé en el tiempo perdido, en las personas que habían muerto, en las que me habían abandonado, en los sentimientos que jamás volverían.
Seguí pensando en aquel prado hasta que el avión se detuvo y los pasajeros empezaron a sacar sus bolsas y chaquetas de los portaequipajes. Olí la hierba, sentí el aire en la cara, oí el canto de los pájaros. Corría el otoño de 1969 y yo estaba a punto de cumplir veinte años.

Volvío a acercarse la misma azafata de antes, que se sentó a mi lado y me preguntó si me encontraba mejor.
-Estoy bien, gracias. De pronto me he sentido triste. Es sólo eso -dije, y sonreí.
-También a mí me sucede a veces. Le comprendo muy bien -contestó ella. Irguió la cabeza, se levantó del asiento y me regaló una sonrisa resplandeciente-. Le deseo un buen viaje. Auf Wiedersehen!

jueves, 13 de agosto de 2009

Lo opuesto al amor

A la gente le gusta decir que lo contrario al amor no es el odio, sino la indiferencia. Se diría que existe la tendencia a susurrar la sentencia con veneración, como si tuviera poderes curativos mágicos. Mejor ser odiada que ignorada por ese ex tuyo enfurecido; mejor ser odiada que ignorada, en general.

De lo contrario, te puedes pasar la vida mirando fijamente a través del cañón de lo opuesto al amor.

Pero esto me parece una gilipollez. Estupideces positivadas para toallas de papel. Una frase extractada para bordar sobre un cojín. ¿Podría de verdad la indiferencia ser peor que el odio? ¿No es tremendamente deprimente pensar que podemos pasarnos la mayoría de nuestros días rodeados por gente que siente hacia nosotros algo peor que el odio?
No puedo creerlo. Y no lo creeré.


[...]


Me limito a estar sentada aquí, y a ver la televisión, y a veces, a completar las subtramas, y a veces, no. A veces, duermo. Pasan innumerables horas, y dado que no puedo dar razón de ellas, asumo que las he pasado durmiendo el sueño de la muerte. La clase de sueño impoluto de pesadillas o de la necesidad de volver. Sólo sueño vacío y tranquilo. No parece que haya algo que se suponga que tenga que hacer a continuación, así que sigo aquí. Donde se está caliente y no se siente el más mínimo miedo. El trabajo, me percato ahora, era un simple ruido de fondo, una manera de llenar mis días vacíos. Sin trabajo, es como si todos los sonidos se hubieran apagado.

Pienso mucho en Andrew. Finjo que está sentado aquí conmigo, sin hablar mucho, viendo también la televisión. Podría cogerme de la mano o traerme un vaso de agua. A él se le ocurrirían mejores tramas que a mí; las suyas contendrían más pasión. Más sexo. Puede que venganza.

Me permito incluso imaginar que mi madre también está aquí, merodeando cerca del sofá. No dejo que mi mente se deslice demasiado por ese territorio; sólo a veces. Me imagino a mi madre poniendo sus dedo fríos en mi frente, comprobando si tengo fiebre. Probablemente me haría comer algo, porque estos días no he ido mucho más allá del pan. En mi imaginación, mi madre se sienta en silencio, aunque eso se debe, sobre todo, a que no puedo recordar su voz. Pero es una situación distorsionada, porque cuando mi madre estaba viva, nunca se sentaba en silencio; siempre hablaba, hablaba y hablaba, fuera lo que fuese lo que estuviéramos viendo. Siempre pensó que la vida real era mucho más interesante que la televisión; nunca entendió la necesidad de evadirse.

A mi madre también le doy la oportunidad de elaborar guiones. Los suyos tienden a la ciencia ficción; a los milagros médicos y cosas así.

Esto es lo contrario del amor, me percato cuando echo un vistazo y, a través de mis compañeros imaginarios, veo el sofá vacío. Lo contrario del amor no es el odio; ni siquiera la indiferencia. Es esta evisceración de mierda, este harakiri. Este coger una enorme pala y desenterrar tu corazón, y tus intestinos, y no dejar nada atrás. Nada de ti que dar, nada siquiera que llevarse. Nada, sino un pulso silencioso y algunos culebrones medianamente entretenidos.

Si amar es entregarse en cuerpo y alma, entonces esto, amiga mía, esto -la autoevisceración- es lo opuesto.

Ojalá supiera bordar para poder plasmarlo en un cojín de mierda.

sábado, 18 de julio de 2009

Bon voyage!

Viajar. Despertar. Relajar(me). Descansar. Desconectar. Y por qué no, hacer algo con un poco de sentido durante unos días. Una que se va.
Arrivederci!

sábado, 11 de julio de 2009

Pequeños detalles

-¿Sabes qué es lo que más me ha gustado?
-¿El batido?
-No, idiota. Que me has hecho sentir mujer.
Alessandro sonríe.
-Bueno, eres una mujer.
-Sí, gracias, ya lo sé. Lo que pasa es que a veces no me lo hacen sentir del todo. ¿Y quieres saber lo más bonito? Es la primera vez que alguien... sí, bueno... Es decir, es algo que nunca antes un hombre había hecho por mí...
Alessandro se queda perplejo.
-Bueno, me alegra mucho oírlo. -Alessandro piensa de qué puede estar hablando, pero no se le ocurre nada.
-Entonces, ¿ya sabes a lo que me refiero?
-Tengo una vaga idea, pero será mejor que me lo digas tú.
-Ok... Pues que cuando me has acompañado hasta la puerta, no has intentado besarme. En serio. Me ha gustado a morir. Es la primera vez que un hombre me acompaña hasta el portal y no lo intenta. ¡Felicidades! ¡Eres único!

domingo, 5 de julio de 2009

Sobre cuentos de hadas

-Hola. -Alessandro se aparta un poco para que no lo vean desde el local-. ¿Qué estas haciendo aquí?
-He venido a buscarte a la oficina. Y luego te he visto aquí. Mano a mano con esa chica. -Niki señala a Elena, que está hablando por su móvil dentro del bar. Luego mira de nuevo a Alessandro y sonríe-. Estaba a punto de emprenderla a patadas con tu coche otra vez.
Alessandro se queda en silencio.
Niki busca temerosa sus ojos.
-Es tu otra hermana, ¿verdad?
-No.
-Y entonces ¿quién es?
Alessandro continúa en silencio.
-¿Es la que quería decorarte la casa?
-Sí.
Niki se ríe con amargura.
-Y me dijiste que no tenías un motivo válido para seguir conmigo... Me has hecho sentir una nulidad, me has hecho creer que no he sabido estar a la altura, que era yo la que no lo sabía llevar. Me has hecho sentir insegura como nunca... Me he pasado días enteros pensando, esperando... Me he dicho a mí misma: a lo mejor acaba aceptando lo que no le ha gustado de mí, lo que sea que haya hecho o dicho equivocado... O peor aún, lo que sea que no hice y él esperaba que hiciera... Me he sentido sola como nunca. Sin un porqué. Llena de dudas. Y en cambio tú lo sabías todo. ¿Por qué no me dijiste enseguida que había vuelto? ¿Por qué? Lo hubiese entendido. Hubiese podido aceptarlo todo mejor.
-Lo siento.
-No. Alex, fuiste tú quien me hizo ver aquella película... Amor es no tener que decir nunca lo siento. Y me gustaría añadir algo más... También es saber decir lo gilipollas que eres.
Alessandro sigue manteniendo su silencio.
-No dices nada. Claro, en ciertas ocasiones resulta más fácil quedarse callado. Bien, entonces te diré una cosa: dentro de poco haré la Selectividad y entraré en la edad madura. Es verdad que estoy mal, que no consigo estudiar, pero a lo mejor apruebo. Quiero conseguirlo. En cambio, me gustaría saber cuándo vas a madurar tú... ¿Sabes, Alex?, en todos estos meses, tú me has llenado de regalos, pero al final te has quedado el más hermoso. Mi cuento de hadas.

Y se aleja sin más, se monta en su ciclomotor y al final mueve la cabeza y hasta sonríe. Porque Niki es así.

martes, 23 de junio de 2009

A tiempo estamos de evitar el veneno...

La dulce boca que a gustar convida
Un humor entre perlas distilado,
Y a no invidiar aquel licor sagrado
Que a Júpiter ministra el garzón de Ida,

Amantes, no toquéis, si queréis vida;
Porque entre un labio y otro colorado
Amor está, de su veneno armado,
Cual entre flor y flor sierpe escondida.

No os engañen las rosas que a la Aurora
Diréis que, aljofaradas y olorosas
Se le cayeron del purpúreo seno;

Manzanas son de Tántalo, y no rosas,
Que pronto huyen del que incitan hora

Y sólo del Amor queda el veneno.


sábado, 13 de junio de 2009

Miércoles (y 13).


- Miércoles, ¿crees que quizás algún día... querrás casarte y tener hijos?
- No.
- Pe... pero… ¿y si conocieras al hombre adecuado? Uno que te adorase y venerase, que hiciera cualquier cosa por ti y que fuera tu fiel esclavo, ¿qué harías?
- Le compadecería.




martes, 2 de junio de 2009

Palabras más, palabras menos


Bueeeno... Toda la parrafada que voy a soltar a continuación se puede resumir con la foto. Un lindo gatito jugando con un lindo ovillito de lana que crece, crece, crece y crece hasta que BUM! se hace demasiado grande. Tan grande que el lindo gatito no puede jugar con él, y entonces, puede optar por sumirse en su espiral de depresión, por pegarse un tiro o por mandarlo todo a la mierda. O también puede sacar las uñas e hincárselas a todo el que se le acerque, así sin motivos, porque el lindo gatito es mu shuloh.
A fin de cuentas, supongamos que el lindo y adorable gatito en cuestión soy yo.

Según una extensión a las leyes de Murphy, "si una serie de sucesos puede salir mal, saldrá mal en la peor secuencia posible". Y ésta es una aproximación nada alejada de la realidad.

Puedo considerarme afortunada de que, durante la mayor parte del tiempo, no suelan ocurrirme cosas malas (de las malas graves y preocupantes, me refiero), a excepción de que se me rompa una uña, se me gaste el tipex en mitad de un examen de biología o alguna que otra cosilla más. Salvo eso, todo lo demás chachi piruli.
Pero, de vez en cuando, pasan cosas, y puede ser esa extrañeza o falta de costumbre ante lo "malo" lo que hace que no reaccione como debería. Con esto no pretendo pedir disculpas por todos los caretos y las palabras fuera de tono, ni nada por el estilo. Es más, creo que tengo el perfecto derecho a tener mis rachas malas, como todos las hemos tenido alguna vez.


Tampoco pienso que sea yo muy dada al dramatismo (aunque a veces pueda parecerlo). Creo que le doy a las cosas la importancia justa en la medida en que se lo merecen para mí. Por ejemplo, pueden decirme: "es una tontería que estés triste por un niño, puesto que niños hay de sobra". Vale, muy bien. Pero si para mí ha sido importante, la tristeza o la pena no se me pasan en dos días, y después hala, como si nada. Aunque tristeza no es la expresión más adecuada. Diría mejor reticencia. Reticencia a que, durante un periodo de tiempo no excesivamente largo (pero considerable, no menospreciemos las cosas) te forjas una serie de (llamémoslas así) costumbres o rutinas con una persona, porque al fin y a cabo, en una relación tú te amoldas a una persona y esa persona se amolda a ti. También sientes que esa persona se te hace necesaria, porque tanto cuando necesitas consuelo como compartir alegrías, sabes que está ahí, que reirá contigo y te abrazará cuando llores. Y sabes que a la inversa es lo mismo. Y de repente: ZAS! se acaba y esas rutinas se van a la mierda. [Haciendo un paréntesis, no considero en ningún momento las rutinas como algo malo, siempre y cuando se esté a gusto con ellas. En este caso, para mí la rutina significaba gestos, palabras, miradas y hasta hacer siempre los mismos planes, dadas las circunstancias de tiempo y espacio (nada más y nada menos que 2º de Bachillerato, que no es para tomárselo a risa, sobre todo si se necesita una nota alta). Y ese "hacer siempre lo mismo" lo hacía yo muy gustosamente, por el simple motivo de que lo hacía al lado de la persona que yo quería y contaba con un verano (es decir, con tiempo) por delante para hacer los miles y miles de cosas que había planeado junto a esa persona.]
Reticencia también a que ya no estén esos pequeños detalles, como un mensaje o un dibujito, que son de las cosas que más llegan a calar hondo, porque no te las esperas y son capaces de convertir un día malo en un día bueno con un gesto tan pequeño, porque sabes que son sinceros. Aunque sobre esa sinceridad tengo algunas dudas al respecto. Más que nada, porque me sorprende que se suelte una declaración de sentimientos (y ya no una, sino unas cuantas durante la semana anterior) para a los 3 días decir: llevo mucho tiempo pensándolo y... c'est fini. ¿Entonces? Cierto es que los tíos tienden a hacer uso de su labia para regalarles el oído a las niñas y tenerlas en la palma de la mano, pero al igual que se dicen muchas cosas, también se demuestra que todas esas bellas palabras que tan bonitas quedan no se han dicho por decir, sino que de verdad se sienten, sobre todo cuando se tiene por lema que las palabras no significan nada a menos que se demuestren con hechos. Yo no quiero que me prometan la Luna ni que me regalen el oído diciéndome lo maravillosa que soy y cosas de ese estilo. Es más, no necesito que me digan absolutamente nada de eso. Como yo no soy dada a exteriorizar lo que siento ni a regalar “te quieros” a tutiplén, lo que más necesito y en cierto modo exijo en una persona es que no me diga las cosas por decirlas, porque pegaba soltarlo o quedaba bonito en ese momento, porque yo, si digo algo, sé que lo digo de verdad, ya que en el pasado me ha quedado demostrado que todo lo que se dice difiere mucho de lo que se siente. Por otra parte, reticencia a pensar que tantos planes ya no van a llevarse a cabo. Aquí supongo que la culpa es mía por dejarme llevar, por querer planificar el futuro dando por hecho que el presente seguirá inamovible hasta ese futuro, pero en fin, son esos planes los que dan la ilusión de querer llegar a ese futuro. Toca el volver a no mirar hacia adelante, el vivir al minuto. Aunque no sabría decir qué es lo que prefiero. Reticencia a pensar (querer), en definitiva, lo que fue y ya no es y no podrá ser porque nada es lo mismo. Me explico con un ejemplo: Una servilleta se va haciendo pedacitos. Al rato, lo que hay ya no es una servilleta sino cachitos de papel. Con lo cual, lo que fue ya no es tal. No existe servilleta, aunque un día sí que existió. Pues lo mismo. Yo me aferro a todo lo que un día viví (vivimos), sentí (sentimos), a lo que fui (fuimos), sabiendo que todo eso ya no es, puesto que no yo soy la misma ni tú tampoco. Y ante eso, es cuando no debo ser reticente a dejar que los hechos se sucedan tal y como se suceden.
Hasta aquí, el ovillito de lana se ha hecho más grande de la cuenta.

Por otra parte, el lindo gatito sufre ante ciertas actitudes. Tengo bastante claro cómo tengo que tomarme a la mayoría de la gente, pero determinadas actitudes de quienes menos te lo esperas, porque son en las que más confías, duelen. Duele porque una se preocupa por otras, pregunta por ellas, las ayuda en lo que puede, y a cambio, ¿qué? Sí, un abrazo, un beso o una conversación. Pero igual que se podría besar, abrazar o hablar a cualquiera. Y duele, sobre todo, porque es cuando más necesitas que esas personitas te besen, abracen y hablen contigo, ya que esas personitas no son unas personitas cualquiera, sino tus personitas, tus niñas. Vale que la hay que tiene mucho estrés, mucho que estudiar (como yo y como todos), vale que la hay que siempre está para arriba y para abajo, de movida en movida, pero… un mínimo de atención ¿no? Vale que también se haga inconscientemente, que una no se dé cuenta de cuando la necesitan, pero es que justamente las amigas son las que se dan cuenta de cuanto una no está bien! Joder, a mí también me gusta que me busquen, y no que tenga que ir yo detrás. Pero en fin, de vez en cuando, y lo dice Dogma Crew, con los mejores amigos te llevas los peores y mayores desengaños. Y es lo que toca, así que ajo y agua.
Hasta aquí, el ovillo de lana se ha hecho más grande todavía.

Por último (sí! ya casi acabo!), está el tema del (puto) colegio, que sacar mi 8’7 (sigo sin creérmelo del todo) me ha costado lo mío. Yo creo que el esfuerzo de querer aspirar a nota justifica muchas malas caras que haya podido haber, porque sé que mi futuro depende de entrar o no en la carrera que quiero, y si no hay nota, no hay carrera, con lo cual, yo me jodo (un poquito más de lo habitual). Ahora puedo comprobar que muchos
sacrificios, noches en vela y dolores de cabeza me han valido la pena, y cierto es que me arrepiento de cosas, sí, pero… no sé.
Hasta aquí, el ovillo de lana alcanza proporciones desmesuradas.

Llegados a este punto, el ovillo le explota en la cara al gatito.
Y al gatito le cuesta, pero mira, se levanta. Sabe que duele, pero también sabe que se repondrá. Tal vez le haga falta llevarse un desengaño de cuando en cuando para no desacostumbrarse. Pero eso no lo decide él, ni tampoco yo, así que lo que tenga que venir, que venga.

Habría pegado escribir esto tiempo atrás, pero ahora es cuando se ven las cosas en perspectiva.



PD.- Llevaba algún tiempo escrito, pero no había encontrado el momento de subirlo.

domingo, 10 de mayo de 2009

Arcadas y vomitonas


Qué asco me da todo.
Basta un simple instante, palabra o imagen para que este veneno me queme por dentro. Otra vez. Y es que las odio. Las casualidades y las oportunidades desperdiciadas. Aunque esas oportunidades fueran inútiles y no cambiasen nada. Pero da igual, las sigo odiando de todas formas.
Aaarrrggggggg!!!

sábado, 9 de mayo de 2009

Lo que se esconde tras un vistazo

Las cosas nunca son como a primera vista las figuramos, y así ocurre que cuando empezamos a verlas de cerca, cuando empezamos a trabajar sobre ellas, nos presentan tan raros y hasta tan desconocidos aspectos, que de la primera impresión no nos dejan a veces ni el recuerdo.



_______________________________Camilo José Cela: La familia de Pascual Duarte

sábado, 2 de mayo de 2009

Espinas

"El amor sólo es eterno mientras dura, y las lágrimas no curan los estragos que te deja la pasión..."

Sólo se trata de un verso de una canción descubierta por casualidad, pero que justamente refleja más de lo que aparenta. Después de cierto tiempo, de muchas esperanzas depositadas en algo, frágil pero resistente, nacido de la casualidad, que en poco tiempo se había convertido en uno de los pilares que sostenían mi vida, finalmente, como reza otro verso de otra canción: "Se me rompió el amor de tanto usarlo".

Y no se trata de que sea ahora el turno de los arrepentimientos. Cierto que yo tengo mi parte de culpa, por tantas peleas y enfados que, bien pensado, en realidad son estupideces, y por cierto egoísmo de pensar sólo en mí misma, pero también es ahora cuando más puedo valorar montones de pequeños detalles que son los que te hacen levantarte con un sonrisa y darte cuenta de lo afortunada que eres. Y si ante una declaración de sentimientos yo me he quedado callada, incapaz de responder, no es por otra cosa llamada miedo. Miedo porque al declarar tus sentimientos hacia una persona te vuelves vulnerable, porque te das cuenta de que, en un determinado momento y sin saber cómo, has empezado a depender de ella, de que tu felicidad ya no es sólo cosa tuya. Y justo es esa vulnerabilidad lo que me asusta.

Sin embargo, es ahora, con todo acabado, cuando me doy cuenta de todo esto. Y pienso que realmente no me importaba estar a merced tuya, porque a pesar de muchas cosas, eso era lo que me hacía feliz, el saber que pase lo que pase, ahí hay alguien dispuesto a hacerte sonreir.

Lo que me pregunto es lo que te hacía feliz a ti, ya que esto no era suficiente.

Puede ser que se me olvidaba lo fundamental: que a pesar de nuestra aparente madurez, de las declaraciones y las promesas, no dejamos de ser niños de 17 años. Y esa es la espina que tengo clavada, y que por más que lloro no se quita.

Todo lo demás está muy bien, peeeeeeeeeeeeero, hay sutiles diferencias entre esto y lo demás.

Esto es lo que digo yo ahora, pero vete tú a saber dentro de un tiempo...

sábado, 17 de enero de 2009

Amor y pasiones efímeras

-La verdad, chico, no sé qué decirte. Tal como lo planteas, en frío...
-No hace falta que me descubras grandes verdades, Perico, sólo quiero que me des tu opinión.
Perico Serramadriles bebió un trago de cerveza y se limpió la espuma que había quedado adherida a su bigote incipiente.
-Es difícil dar una opinión en un caso tan insólito. Yo siempre he sido del parecer de que el matrimonio es una cosa muy seria que no se puede decidir a las primeras de cambio. Y ahora tú mismo dices que no sabes con seguridad si estás enamorado de esa chica.
-¿Y qué es el amor, Perico? ¿Has conocido tú el verdadero amor? A medida que pasa el tiempo más me convenzo de que el amor es pura teoría. Una cosa que sólo existe en las novelas y en el cine.
-Que no lo hayamos encontrado no quiere decir que no exista.
-Tampoco digo yo eso. Lo que te digo es que el amor, en abstracto, es un producto de mentes ociosas. El amor no existe si no se materializa en algo corporal. Una mujer, quiero decir.
-Eso es evidente -admitió Perico.
-El amor no existe, sólo existe una mujer de la que uno, en determinadas circunstancias y por un periodo de tiempo limitado, se enamora.
-Vaya, si lo pones así...
-Y dime tú, ¿cuántas mujeres se cruzarán en nuestra vida de las que podamos enamorarnos? Ninguna. Todo lo más, planchadoras, costureras, hijas de pobres empleados como tú y como yo, futuras Doloretas en potencia.
-No veo yo por qué ha de ser así. Hay otras.
-Sí, ya lo sé. Hay princesas, reinas de la belleza, estrellas de la pantalla, mujeres refinadas, cultas y desenvueltas... pero ésas, Perico, no son para ti ni para mí.
-En tal caso, haz como yo: no te cases -decía él muy retórico.
-¡Fanfarronadas, Perico! Hoy dices eso y te sientes un héroe. Pero pasarán los años estérilmente y un día te sentirás solo y cansado y te devorará la primera que se cruce en tu camino. Tendréis una docena de hijos, ella se volverá gorda y vieja en un decir amén y tú trabajarás hasta reventar para dar de comer a los niños, llevarlos al médico, vestirlos, costearles una deficiente instrucción y hacer de ellos honestos y pobres oficinistas como nosotros, para que perpetúes la especie de los miserables.
-Chico, no sé..., lo pintas todo muy negro. ¿Tú crees que son todas iguales?
Me callé porque había pasado ante mis ojos el recuerdo ya enterrado de Teresa. Pero su imagen no cambiaba mis argumentos. Evoqué a Teresa y, por primera vez, me pregunté a mí mismo qué había representado Teresa en mi vida. Nada. Un animalillo asustado y desvalido que despertó en mí una ternura ingenua como una anémica flor de invierno. Teresa fue desgraciada con Pajarito de Soto y lo fue conmigo. Sólo recibió de la vida sufrimientos y desengaños; quiso inspirar amor y recogió traiciones. No fue culpa suya, ni de Pajarito de Soto, ni mía. ¿Qué hicieron con nosotros, Teresa? ¿Qué brujas presidieron nuestro destino?